jueves, 11 de junio de 2015

Así es la vida

Ya ves, la vida es así, como siempre se ha dicho.
El triste desconsuelo de un pequeño de cuatro años, desconcertado en su cama, sin lograr comprender los pesares que llevan consigo un exceso de tráfico, un exceso de trabajo, un exceso de jefes, un exceso de vida.
Cuando se acercaba a su padre, con lágrimas en los ojos y miedo en el alma, tras haber sido objeto de un doloroso suceso, él, con llamas en los ojos y cólera en el alma, repetía, entre patada y bofetada, aquella frase que se aferró a sus cicatrices, como hermosos jeroglíficos cincelados, sobre mármol de Carrara, por las expertas manos de un artesano griego: "la vida es así".
Ya ves, nunca ha podido llegar a agradecerle suficientemente su cálida y enfermiza enseñanza, nunca lo hizo y nunca lo hará.
Aquel niño recuerda esos años como secuencias perdidas en la memoria, retazos de vidas que, quizás en ocasiones ha decidido no fuesen suyos, parecen tan lejanos que los retiene en su mente por sentir que una vez tuvo aquella felicidad propia de la ingenua infancia, que no nace con sentido de lo práctico sino con un precioso y poderoso deseo de descubrimiento y, con la angustia de unos pies anclados al suelo en espera de consuelo, descubre que su diversión infantil es una provocación y, por ello, decide amargar sus sueños y se entretiene en crear una coraza que lo defenderá cada noche.
Ya ves, nunca ha sido fácil vivir, pero no es sencillo existir con la creencia de que, siendo el objeto del desahogo, la máxima aspiración sea la de convertirse en saco de arena para hacer feliz a otro, aunque sea a un padre, y menos simple es decidir que eso es lo que le hace dichoso a uno mismo.
Así es, la vida, la razón a tu pregunta es tu propia respuesta, tal y como puedes leer en cada una de mis voluntades destrozadas, en cada una de mis alegrías reprochadas, en cada uno de mis años cicatrizados con dolor, porque tú mismo me enseñaste que la violencia, ésta que te ha dejado en el suelo con la sangre brotando a chorros por cada uno de los huecos que ha dejado mi cuchillo, es una muestra de amor.
Adiós, papá.

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