viernes, 11 de noviembre de 2016

No más.

Ya no queda más llanto a esos ojos tiernos,
ya no cuenta las bombas con sus deditos,
ya no llama a su madre cuando no hay sueño,
ya no tiene ni hambre, ni frío, ni miedo.

Y, los hombres de paz, mandan infiernos,
hablando de guerra como de cuentos,
se cierran carteras, se firman secretos
acuerdos de armas que borren recuerdos.

Ya no hay juegos de niños, solo hay escombros,
ya no hay luz en su cara, solo hay escombros,
ya no hay risa en su voz, solo hay escombros,
ya no hay vida en su cuerpo, solo hay escombros.

El sustituto.

Hoy he sentido el dulce cosquilleo de tus dedos, deslizándose, con deliciosa cautela, sobre cada milímetro de mi piel.

No recuerdo cuándo estuvimos juntos por última vez, pero no olvido el dulce olor de tu cuerpo, el calor de tu respiración sobre mi, ni el color de las sabanas bajo la tímida luz de la extraña lámpara de tu mesita.

Es cierto que, a pesar de coincidir varias veces al día, no habías vuelto a prestarme atención desde aquella noche en que diste por concluida nuestra relación, apartándome de ti sin explicaciones, sin un motivo real, solo porque creíste que yo le había puesto un final a aquella historia. ¿Acaso crees que, después de tantas noches, entregado a ti en cuerpo y alma, podía desear que lo nuestro terminase?

Hoy has vuelto a fijarte en mí, me has rozado, me has acariciado, me has vuelto a desear y me has llevado a tu cuarto, a pesar de todo y a pesar de todos.

¿Tan poco significó lo nuestro para ti que, ahora, sin el menor aprecio, me has tirado al suelo y me utilizas para calzar la mesita en la que reposa la lámpara junto con un nuevo libro?

Cada día

Hoy
he escuchado tu voz en el silencio,
he saboreado tus besos en la brisa
y he disfrutado tu esencia en el tiempo.
Hoy,
instante efímero y eterno,
minúsculo, ingente e infinito,
he vuelto a vivir en el olvido
para no perder allí ningún recuerdo.