miércoles, 11 de marzo de 2015

Hoy me he dormido esperando tu amanecer.

Nada me duele tanto como saber que ya no despiertas conmigo sino junto a mi, que nuestra respiración se ha llenado de suspiros por nuestros silencios, aquellos silencios que nos llenaban de miradas, antaño, y ahora nos destruyen el camino recorrido, sin dejar huella del tiempo que tuvimos y sin permitir a la esperanza que tome de nuevo el rumbo de nuestra felicidad para encontrar la palabra que se ha perdido.
La triste soledad de nuestra cama llora mientras soñamos, sin delatarse, sin descubrir la terrible pena que empapa cada partícula de su ser. Ya no nos toma en brazos para hacernos el amor, solo nos sostiene en su regazo, sollozando, a la espera de que los despertadores nos separen de nuevo.
Tú has decidido y yo, decidiendo también sin hacerlo, respetando tu ruego sin discutirlo, he permitido y resuelto sin comprenderlo, sin entenderlo, con la diligencia de quien cree que ha hecho suyo el imperativo de otro y lo ha cumplido, sin saber que la plegaria no rezaba tal deseo, sino el contrario.
Hoy me he dormido esperando tu amanecer, y no he encendido el despertador para poder verte un poco más.

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