jueves, 5 de marzo de 2015

De vuelta

El color rojizo de las nubes me habla de lo lejos que está mi destino; como un reloj de arena, desangrándose sobre su misma esencia, las líneas discontinuas, que un día fueron blancas, se abalanzan sobre mí con hastío y melancolía, con la cadencia ralentizada, al ritmo de una marcha fúnebre y funesta.
Miro el reloj, es tarde. Miro por la ventanilla, también es tarde.
Me preparo un cigarrillo con devoción de orfebre, con manos expertas tomo el papel, preparado para que, al enrollarlo sobre las hebras de tabaco, la goma quede accesible a la punta de mi lengua. Cuando termino de liarme el cigarro lo enciendo con un mechero que apenas tiene ganas.
Miro el reloj, no pasa el tiempo pero cada vez es más tarde.
Bajo la ventanilla, sólo unos centímetros, lo justo para poder exhalar un hilo de humo que parece unir el interior con el exterior del coche. Fuera se hace más tarde.
Tomo una calada, cálida como el sol que ya se ha ido, espesa como el sueño que me llega.
Los faros de los coches que van a donde estuve me molestan, cada vez cierro más rato los ojos.
Miro el reloj, se ha parado pero cada vez se hace más tarde. Me quedo mirando por la ventanilla.

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