El delicado perfume de las damas de noche embriagaba el pequeño rincón en el que ella disfrutaba de su merecido descanso, una noche en la que el verano se había acercado a su piel y la había acariciado con sus colores y sabores costeros.
En su regazo revivía uno de aquellos libros con los que, durante su adolescencia reprimida, había conocido el significado de muchas palabras y de tantos otros lugares de su propio cuerpo, dando nombre y valor a todas las señales que la identificaban como mujer.
La última gaviota ya había dejado de volar sobre su terraza y sobre los pequeños tejados de aquel pueblecito que se deslizaba ladera abajo en dirección al mar. Ahora, entre la luna y las estrellas, un gato llamaba a su amante desde alguno de los pocos hogares vecinos.
Una copa de vino, adornada con miles de pequeños diamantes de condensación, viajaba con elegancia hacia sus carnosos labios. Dejó la copa y regresó a su libro.
Las páginas se hacían seda entre sus dedos, deslizando cálidas palabras como susurros en su mente, atrapando sus sentidos con imágenes profundamente evocadoras, llenando sus ojos de letras envolventes y enigmas que sus sueños querían desenmarañar.
Sus poros comenzaron a transpirar y su pulso se aceleró. Sus suspiros, enredados con el perfume de las flores, llenaban el aire nocturno de una sensualidad ardiente.
Soltó una mano de aquel provocador texto para buscar la copa. Cuando sus labios la tocaron, fue con un beso cargado de sexualidad. Unas gotas del borde de la copa se deslizaron, por su cuello, hacia el perfecto canal de su escote.
Dejó la copa sobre la mesa y buscó, con la mano, las gotas que habían refrescado su cuerpo.
Comenzó a acariciarse el cuello y siguió el camino de la gravedad, desabrochando los botones de la blusa. Seguía leyendo, pero ahora sus voluptuosos pechos se asomaban sin temor a la luz de la luna.
Las palabras resonaban en su cabeza y, como chispas, el fuego de su mente ya se había propagado por el cuerpo, rezumando pasión y sexo por todos y cada uno de sus poros.
El libro permanecía abierto en su regazo, pero sus muslos solicitaron el auxilio de otra mano.
Ell ritmo con que las palabras hablaban desde sus manos, en rincones de su cuerpo que hacia tiempo había olvidado, la llevaban hacia hacia el más hermoso de los éxtasis que jamás había alcanzado.
En el instante en que las letras cesaron de penetrar su ardiente sexo, su cuerpo se estremeció y un hermoso orgasmo la hizo encogerse. Un tímido suspiro, apenas audible, puso fin a la velada.
Cerro el libro y, temblorosa, acercó la copa a sus labios y apuró el resto del vino. Se levantó y entró en casa.
Se lavó las manos y la cara y fue a su cuarto. Se puso el pijama de franela y se metió en la cama, prometiéndose no decirle a nadie del hogar del jubilado cómo había pasado su octogésimo aniversario.
Un relato elegante y delicioso, no solo por las palabras usadas y la impecable narración, sino por lo entrañable del final. No hay edad para la sensualidad si se tiene un cerebro bien dispuesto y se dejan a un lado las barreras autoimpuestas. Me encantó!!
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, de verdad, por el comentario. La edad, esa denominación que damos a nuestro cansancio.
EliminarUn relato precioso y sensual.
EliminarMuy bien escrito.
El final es sorprendente.
Un abrazo.
Muchas gracias, Lucía, por tu comentario; celebro haberte sorprendido con el final.
EliminarUn abrazo.
Un relato precioso y preciosamente narrado. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, es un verdadero placer que te gustase. Un abrazo.
EliminarComo dice Julia muy elegante, en un estilo neoromantico.
ResponderEliminarMuy bueno Rodrigo.
Un abrazo
Muchas gracias por apreciar y definir el relato, de veras.
EliminarUn abrazo.
Un relato completamente extraordinario. Escrito con admirable maestría, es delicado y elegante y a la vez extremadamente sugerente y excitante. En mi opinión es una pequeña joya que destila sensualidad, pasión, deseo y lo mejor de todo... Transmite un mensaje puro y necesario. Bravo, Rodrigo.
ResponderEliminar¡Abrazo, Compañero!
No puedo más que agradecerte, de corazón, las bellas palabras que dedicas a este pequeño relato que nació casi sin querer y publiqué sin apenas convicción, pero, eso sí, con mucho cariño.
EliminarUn gran abrazo.
Todo un homenaje se ha dado en ese cumpleaños. Muy buen relato con ese final inesperado, Rodrigo.
ResponderEliminarAbrazo!!!
Una buena forma de celebrar la vida. Gracias por el apoyo de tu comentario.
EliminarUn abrazo.
No hay edad para disfrutar de los placeres carnales, menos aún, si es a solas. Elegantemente narrado Rodrigo, un erotismo muy sutil. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Mendiel, por darme el placer de disfrutarte como lectora.
EliminarNo hay edad para disfrutar de los placeres carnales, menos aún, si es a solas. Elegantemente narrado Rodrigo, un erotismo muy sutil. Saludos.
ResponderEliminarNo hay edad para disfrutar de los placeres carnales, menos aún, si es a solas. Elegantemente narrado Rodrigo, un erotismo muy sutil. Saludos.
ResponderEliminarBien narrado Rodrigo, sutil y elegante.
ResponderEliminarEl placer de la lectura, ni uno ni el otro tienen edad
Un saludo
No debería haber límite de edad para la felicidad. Gracias por hacerme feliz con tu comentario.
EliminarUn saludo.
Elegancia, sensualidad y recreación de sugerentes imagenes en esta prosa impecable.
ResponderEliminarUn abrazo, Rodrigo
Gracias, Clara, por las bellas palabras que me dedicas, me llenan el alma de tinta fresca.
EliminarUn gran abrazo.
Elegancia, sensualidad y recreación de sugerentes imagenes en esta prosa impecable.
ResponderEliminarUn abrazo, Rodrigo
Simplemente hermoso...
ResponderEliminarCon qué felicidad llegó a la cama, sabiéndose "viva" a sus...qué años decía tenía?, bah, qué mas dá!...lo importante es eso q estaba ¡¡¡VIVA!!!
Te sonrío con el Alma.
Simplemente viva, feliz, plena, sin importar nada más que su propio mundo.
EliminarGracias por dedicarme tus palabras y tu sincera sonrisa que te devuelvo con un profundo abrazo.
Bello relato de una sensualidad encantadora. Qué sorpresa el final!
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias por disfrutar de la lectura y por compartir tu comentario. Un abrazo.
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